martes, 17 de marzo de 2015 0 comentarios By: Nais Nostreet

Lecciones de Humanidad

N
o sé bien por dónde partir, no sé bien qué aspecto de esta historia destacar más, creo que al menos: la humanidad en sí, y la de mi sobrino en particular, la contraposición de ésta con la actitud de mierda de la mamá de mi sobrino, y mi propia evolución como persona en esta experiencia.

Una gata tuvo a sus gatitos en el patio de la casa de mi hermano el jueves pasado, tuvo 5, al día de hoy quedan 2, la gata, talvez porque la espantaron o no sé bien, no volvió por sus crias, y como era de suponer para los que conocemos a mi sobrino, él se hizo cargo de estas criaturitas... y como era de suponer para los que conocemos a mi cuñada, ésta no tan sólo no ha ayudado en nada sino que ha sido una fuente de presión para mi sobrino.

Él se propuso cuidar de los gatitos hasta que cumplan el mes y luego regalarlos, una tía de él se comprometió a ayudarlo, pero básicamente el peso de todo se lo ha llevado él, en la casa de él lo presionan para que haga sus deberes, para que almuerce y tome once con la familia a determinadas horas, independiente si a esa hora está ocupado con los gatitos que por lo menos te quitan una hora entre todo lo que hay que hacerles... él con 13 años nos da a todos una lección de humanidad, ella, su mamá y mi hermano tratan de enseñarle a ser responsable respecto a cosas, que finalmente, no son las más importantes.

Recién el domingo me hice parte de la historia, el día anterior o ese mismo día se murió uno de los gatitos y le pregunté por qué no me pidió plata a mi para llevarlo al veterinario (asumiendo que el papá no le daría), entonces cuando otro de los gatitos se mostró muy débil me pidió que lo acompañara al veterinario, éste nos enseñó cómo debíamos cuidarlos, nos advirtió que era muy difícil mantenerlos vivos, y felicitó a mi sobrino por lo que estaba haciendo, y me dijo que no era algo para un niño, pues era mucho trabajo y además con la alta posibilidad de que murieran eso lo enfrentaba a algo penoso, muy penoso para un niño.

Han pasado pocos días y ya me siento agotada, por todo lo que hago para ayudar, y por el desgaste emocional de ver a un animalito tan pequeño partir...

Lo que hago es hacerles la leche; cambiarles la  mantita porque se orinan, lavarlas; cambiarles el agua de la botella que les genera calor; preocuparme de la hora en que deben ser alimentados (Cada 2 hrs); además de ayudar a mi sobrino en todo lo que pueda, como hacerle la cama, ya que sube a los gatitos ahí y dejan sucio; y preparale el desayuno como hoy... pero lo más importante lo sigue haciendo él, que es tomarlos, quererlos, alimentarlos, en definitiva, hacer todo lo que la mamá hace con sus crias...

Desde siempre le he tenido miedo a los gatos, primero; mi mamá me inculcó el temor a ellos ya que cuando era niña un gato se montó en su cabeza y la infectó y mi abuela la rapó, lo que para una niñita ya consciente de su aspecto fue un trauma que se sumó al anterior; después, el primer gato que quise tomar se engrifó y la sensación que me dejó fue horrible y desde ahí nunca más he tomado ni intentado tomar uno, hasta hoy; una vez vi a mi prima mayor acariciar a su gato cuando éste sin razón alguna le enterró las garras y nadie podía sacárselo de encima; y por último, ví como al menos 8 gatos se montaron encima de un niño de unos 7 años, sin que nadie lograr sacarle los gatos engrifados de encima... todo esto lo ví cuando niña, son lindos los gatos, algunos, pero simplemente NO me gustan.

Me supera eso de tomarlos, me sentía mal por esto, traté de facilitarle todo a mi sobrino, pero aún así él está haciendo algo que le quita tiempo de sus deberes y de los espacios de ocio que necesita... pero no había caso, no podía.

Hoy recién pude tomar a uno, el que estaba más débil, traté de darle leche, casi no tomó, luego que mi sobrino se fue al colegio lo tomé denuevo porque se quejaba mucho, lo limpié ya que parecía que estaba hinchado y no podía hacer... y le pasé mi dedo (son muy pequeños) para hacerle cariño y para que se relajara... logré vencer ese "que me da cosa" como esa que le daba al Doctor Chapatín de Chespirito... ese "cosa" que es vergonzosa cuando se trata de seres vivos indefensos, ese "cosa" que te convierte en un imbécil pero que a pesar de mi la sentía y me superaba, pero hoy la superé yo a ella, y eso ahora me tiene contenta, los tomo envueltos con una sábana o una toalla, pero los tomo, les doy yo la leche y los limpio, hace un rato limpié a uno y defecó... y me dio entre asco y una sensación muy primaria: me sentí humana, sencillamente humana, ni buena ni nada, simplemente humana.

Y mi cuñada sigue preocupada de que el niño sea lea un libro para una prueba, y no comprende que el libro en pocos meses se le habrá olvidado, pero la experiencia de tratar de salvar a estos gatitos, los sacrificios y los esfuerzos que ha realizado con este fin, el poner lo mejor de sí aunque todo termine en una pérdida, y la actitud de mierda de ella como madre, no se le van a olvidar jamás.
viernes, 6 de marzo de 2015 0 comentarios By: Nais Nostreet

Cuando me amé de verdad, por Charles Chaplin


chaplinCuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima.

Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no son sino señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es… autenticidad. 

Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama… madurez.

Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para alcanzar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… respeto.

Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… amor hacia uno mismo.
Cuando me amé de verdad, dejé de preocuparme por no tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es… simplicidad.

Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos veces. Así descubrí la… humildad.

Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… plenitud.

Cuando me amé de verdad, comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es… ¡saber vivir!

No debemos tener miedo de cuestionarnos… Hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas.

La populars